CONFESIONES DE UN SASTRE
Desde hace más de medio siglo, Sergio Avendaño de La Barra confecciona trajes a la medida en San Fernando. Es un lunes por la tarde, y en su céntrico taller de calle Chacabuco 571 – A, las horas transcurren lentamente en el devenir de este oficio que se resiste a morir entre agujas e hilos que puntada a puntada dan vida a vistosas y elegantes creaciones.
¿Cómo nació su interés por convertirse en sastre?
Nací en 1943 en la localidad de Molina, cerca de Curicó. Allí tenía un amigo que había estudiado sastrería, por lo que me interesó el tema y decidí viajar a Santiago e inscribirme en la Escuela Nacional de Sastrería, que quedaba en Sierra Bella con Avenida Matta.
¿Qué nos puede contar de su formación?
A los 14 años llegué a ese establecimiento fiscal gratuito que formó a varias generaciones de sastres en Chile y que contaba con un internado. La carrera duraba seis años. En los primeros cuatro, se nos enseñaba a confeccionar pantalones, chaquetas y chalecos, entre otras cosas. En tanto, en los últimos dos años, aprendíamos a cortar telas, algo aparentemente fácil, pero que tiene una buena cuota de dificultad.
¿Qué se necesita para confeccionar un buen traje?
Antes que todo, debo señalar que los sastres nos dedicamos a la ropa para hombres y no para mujeres. Aclarado ese punto, le cuento que en mi taller utilizamos materiales de primera como el casimir de Bellavista Oveja Tomé, requiriéndose tres metros para confeccionar un traje que puede costar unos 180 mil pesos.
¿Cuáles son los colores y el tipo de traje que predomina?
Los chilenos suelen preferir los colores oscuros como el gris, el marengo, el azul marino, el negro y el café. Ahora impera el terno recto de dos botones, abierto atrás o a los lados, sin embargo, también me dedico a la confección de trajes de huaso que en la zona de Colchagua tiene una fuerte demanda.
¿Qué nos puede decir de su clientela?
Atiendo todo tipo de público, aunque tengo una clientela fiel que me sigue por más de treinta años, contándose entre ellos médicos, abogados, empresarios y bancarios, pero las facilidades que dan las tiendas para comprar en cuotas, han hecho que disminuya el número de personas que manden a confeccionar trajes, por lo que ahora se trabaja mucho en el arreglo de prendas.
¿Cuándo y cómo llegó a San Fernando?
Llegué a la comuna a mediados de la década de 1960 por amor, siguiendo a mi esposa Eliana Troncoso, con quien tengo un hijo y llevamos 53 años de matrimonio. Ella es una sanfernandina que por años fue profesora de vestuario y de religión en el Liceo Técnico Felisa Clara Tolup Zeiman.
¿Se siente satisfecho con su profesión?
Este oficio me ha permitido vivir con comodidad, a mis 73 años no puedo pedir más. Por ello, seré sastre hasta el último día de mi vida.
¿Cómo ve el San Fernando de estos días?
La comuna ha cambiado mucho en los últimos años. El progreso se nota en la construcción de edificios, villas y centros comerciales, además de una serie de obras públicas que le están cambiando la cara a San Fernando.
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