ARREGLADOR DE CABALLOS CORRALEROS, OFICIO TRADICIONAL QUE SE RESISTE A MORIR
Pedro Enrique Osorio Abrigo nació literalmente entre las patas de los caballos. Su mundo gira en torno al Rodeo Chileno. Este colchagüino de buen linaje, que ha vivido toda su vida en el sector rural sanfernandino de Las Rosas de Antivero, es huaso por donde lo miren, un hombre sencillo y de gran corazón, que se destaca como arreglador de pingos.
Don Pedro. ¿Qué nos puede contar de su infancia?
Tuve una niñez muy feliz y me crie en este sector de Las Rosas de Antivero, que en ese entonces era un fundo perteneciente a la familia Herrero Valenzuela, tierras que llegaban hasta el Fundo del Medio.
¿Cómo comenzó su pasión por el caballo chileno?
Mi padre era domador de caballos y ahí me fui interesando en el tema. Él me introdujo en el mundo del rodeo. Después, fui quemando etapas, comenzando como domador, para ser en la actualidad un arreglador.
¿Cuál es la función de un arreglador?
Se trata de un trabajo muy intenso, que requiere de mucha paciencia, ya que un caballo nuevo es igual que un niño y la idea es no exigirlo mucho para que no se aburra. Primero se debe domar el animal y de ahí lo toma el arreglador, quien los prepara para correr. Me levanto muy temprano, ensillo los caballos y los llevo a galopar, ya que igual que los jugadores de fútbol, tienen que tener buen estado físico.
¿En qué época tiene más trabajo?
En invierno los caballos experimentados y los jinetes descansan. Sin embargo, es el momento en que los arregladores tenemos más pega. Pero para que la gente me entienda, es bueno explicar que amansar un pingo corralero demora tres años y recién a los seis se pueden sacar a correr.
¿Cómo era el trabajo antiguamente?
Antes no salía ningún caballo antes de los ocho años a correr, su preparación era más larga. Ahora los apuran mucho y los ponen a competir antes de tiempo, lo que termina aburriendo al animal.
Don Pedro, usted también hizo historia en el rodeo. ¿Qué nos puede contar de aquello?
Tuve la fortuna de participar y ganar muchos rodeos a lo largo del país. Incluso, en 1998, competí con los mejores jinetes, participando en el Champion de Chile en la Media Luna Monumental de Rancagua, donde hice collera con don Mario Béjares.
¿Quiénes componen su familia?
Soy casado hace un buen tiempo con Margarita Carmona Alcaíno, con quien tengo un feliz matrimonio que nos ha dado cuatro hijos: Soledad, Gloria, Juan Pedro y Cecilia.
¿Cómo ve el San Fernando actual?
La comuna ha cambiado bastante y en el ámbito del Rodeo lo ha hecho para mejor, ya que la medialuna, que antes era de madera, ahora es de metal. En cuanto a la ciudad, a la que veníamos de a caballo cuanto chicos, ha crecido mucho y tiene otra cara.
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